sábado, 30 de agosto de 2008

El retorno de la maleta

Imaginemos un muelle y pongamos al principio de ese muelle una pequeña bolita. Empujamos la bolita desde la cima y esta se va deslizando por todo el muelle dando vueltas, siempre pasa más o menos por el miso sitio solo que una arandela más abajo, así hasta llegar al final. Pues bien, he llegado a la conclusión de que nuetras vidas son como espirales, muelles o como queramos llamarlo, que siempre, repetimos más o menos las mismas acciones aunque siempre un poco más lejos del principio y más cerca del fin.

¿Y a donde quiero llegar yo con todo esto? Pues a que estoy más lejos del inicio de mis vacaciones y más cerca del fin. Empiezo a notar el síndrome postvacacional, la nostalgia de levantarme algo más tarde de lo habitual, la tranquilidad de las tardes y el relax de ir por la calle simplemente por dar una vuelta. ¿Y cuál es esa acción que me ha recordado a la espiral que decía? Pues el tener que hacer la maleta otra vez, solo que para volverme a casa (es decir, tengo que pasar por el mismo proceso que hace un mes, situando este hecho más lejos del inicio de las vacaciones y más cerca del fin), y no me apetece NADA.
Tengo ya todo más o menos metido, y digo más o menos porque por alguna extraña circunstancia que ya preveía, no me cabe todo en la maleta. Asumí ya que seguramente tenga que pagar exceso de peso, pero lo que no tengo en absoluto asumido es que vaya a tener que llevarme a mayores dos mochilas, no, no, no. Eso no puede ser. Y no puede ser principalmente por la sencilla razón de que no tengo un vuelo directo (aunque esta vez sólo con una escala, algo es algo), con lo cual tengo que andar pendiente de tanto maletoncio durante todo un día (y muchas horas en Barajas). He sacado dos veces la ropa de la maleta, la he vuelto a meter, y eso se niega a caber, a sí que no sé si quemar alguna de la ropa o qué hacer. Otra opción sería dejar aquí la mitad de los regalos y souvenirs (el próximo año todo el mundo se llevará una postalita y a tomar viento), peor ya que me gasté el dinero, sería tontería dejarlo aquí.

Solo me quedan dos aviones (solo dos riesgos de que me pierdan la maleta, todavía están a tiempo), una comida familiar en Madrid (si es que hay que aprovechar hasta el último minuto) y estaré en mi casa de nuevo (aunque por mi prolongaría mi estancia fuera).

Sé que me quedan cosas por contar de las últimas semanas, lo haré desde mi casa o simplemente no lo haré, según como ande de tiempo. Por el momento toca ya apagar el ordenador, seguirme peleando con la dichosa maleta, y el próximo post lo escribiré ya desde mi propio escritorio.

lunes, 25 de agosto de 2008

Paguí

Debido a escarmientos previos con el tren de Francia, para mi desplazamiento a París decidí utilizar el avión. Bueno, realmente la decisión de coger un avión no tenía nada que ver el retraso sufrido una semana antes, sino que más bien la de horas que tendría que pasar en el dichoso tren (un total de 6.30 ida y otras tantas para la vuelta) y el precio (aproximadamente 200 euros). Así que decidí que era mejor pagar menos y hacer un trayecto de sólo hora y media. De este modo, en lugar de estar en Paris 24 horas pude estar allí 48.
Debido a la sensibilización de estos días con el transporte aéreo (aquí tengo la impresión de que sólo lo notamos los españoles), cualquier pequeño incidente te pone el corazón a mil. Nada más llegar al aeropuerto vi que todos los aviones a París sufrían un retraso de 10 minutos, lo cual no me inquietó. Sin embargo, esperando para embarcar, la cosa no me gustaba demasiado. El avión que no lo daban puesto allí, después que no abren la puerta para embarcar, se monta un lío tremendo ya que comienzan a llamar por filas (se supone que así se embarca antes, pero yo no acabo de verlo del todo claro). Una vez que estamos todos dentro (incluso la señora que llegó tarde), aquello que no arranca, auxiliares para arriba y para abajo.... así de allí a 40 minutos nos habla el capitán (o comandante, o piloto, o como se llame).

"Muchas gracias por su paciencia suplementaria... hemos tenido que esperar
debido a que habia un pequeño problema con la puerta que no cerraba, pero que ya está solucionado"

Internamente empiezo a entrar en crisis, eso si, transmito tranquilidad y serenidad ya que a mi alrededor hay un grupo de niños de estos que viajan solos... Inspira... Además aunque generalmente no lo hago, decido prestar atención a la demostración sobre las medidas de seguridad en caso de emergencia.
Despegamos, y a pesar del sueño que tengo en esos momentos, soy incapaz de dormirme. Llegando a París segunda buena sorpresa: una niebla que no veo el fina del ala del avión. Y el tierno niño que está a mi izquierda me pregunta con cara de preocupación si eso es niebla... En fin, a veces hay que mentir un poco (o disimular la realidad), por lo que con esa serenidad que me caracteriza le contesto: No, es que estamos entre las nubes, pero dentro de un rato veremos París (por dentro mis pensamientos son: Niño, no preguntes, no quiero mirar por la ventana. Aterrizamos sin problema y vemos más o menos París, con lluvia (¡qué maravilla!). Esta vez me he informado previamente del tiempo, y si en Lyon tuve que aguantar el agua... esta vez tengo unos playeros de repuesto. En fin, salgo del aeropuerto, busco un bus especial que me lleve al centro y que ya sé que me va a clavar 10 eurazos y llego al sitio en el que había quedado. Últimamente parece que le esto cogiendo gustillo a esto de viajar que incluso me muevo por la ciudad con menos miedo a perderme.
Durante los dos días que estuve allí me di cuenta de que lo que me habían dicho durante todos estos años era cierto: París es grande, muy-muy grande. Si todo está aparentemente cerca, a tamaño real te das cuenta de que aunque todo está más o menos en línea recta, pero para llegar del punto A al punto B necesitas armarte de paciencia y llevarte una botella de agua para evitar la deshidratación (peazo caminatas). No obstante, aún con todo conseguí ver en poco tiempo lo más típico: la Torre Eiffel (impresionante en persona), la famosa Notre-Dame (sí, la del jorobado), el Louvre (y su pirámide que sale en el Código Da-Vinci), el Arco del Triunfo, la Plaza de la Concordia, Mercadillos al lado del Sena... Eso sí, todo ello lo vi por fuera dado que en esta época (e imagino que el resto del año también), eso está lleno de turistas que se empeñan en entrar todos en los mismos sitios. Así te encuentras con colas de hora y media en todos los lados. Por el tiempo que iba a estar en la ciudad, decidí que con verlo todo desde fuera era suficiente, si algún día voy con más calma igual tengo la pacienca de esperar para entrar en algún lado. Además de todo eso, me dio tiempo a salir, comer fuera y tomarme unas cañas con un grupo de españoles.
En cuanto a la vida en París (y en la France en general), para un español vivir aquí teniendo un sueldo de España, es tremendamente caro. Si en la teoría sabes que existe una gran diferencia entre nuestro nivel de poder adquisitivo y el del resto de Europa, aquí lo confirmas con la práctica.

Caso práctico1: cojo una botella de agua mineral en un supermercado y me pongo en la cola de la caja esperando para pagar. Delante de mi hay un señor con tres cajas metálinas de vino o champán (no lo sé). Pienso que la latas son bonitas, así dibujadas y esas cosas... incluso podría haberle llevado una a mi familia como regalo... La cajera dice el precio 208 euros con algo. ¿COMO? ¿por tres míseras botellas va a pagar esa brutaldad???. Acto seguido el señor sacar de su cartera un billete de 500 euros y un montón de monedas de un bolsillo. Se me ponen los ojos como platos y la mandíbula me llega hasta el suelo. Estoy por pedirle a la cajera que me deje tocar el billete, pues creo que será lo más cerca que pueda estar de uno de esos en lo que me quede de vida. En fin, el señor se va y yo pienso en pagar el agua que tengo, y me planteo en ir a atracar al señor que se acaba de ir con 300 euros de vuelta... Desde luego hay gente que está forrada, ¿no se contagiará eso?. Salgo del supermecado y estando en plenos Campos Elíseos, veo bolsas y bolsas de Dior, Luis Vuitton, y ese tipo de cosas ¿las estarán regalando en algún lado y no me he dado cuenta? Es imposible que haya tanta pasta concentrada por metro cuadrado.

Caso práctico 2: Que un italiano, suizo... (por ejemplo) te diga que las veces que ha estado de vacaciones en España encontró que todo estaba tirado de precio (es curioso, juraría que nosotros no tenemos la misma percepción de la situación, pero bueno).

El caso es que como contraste a esta situación de riqueza, opulencia y bolsas caras, te encuentras con el otro París de barrios bastante más pobres, reuniones en los portales de albergues sociales, gente durmiendo en la calle y grupos de hombres amontanados en una acera que esperan oír su nombre (no saben si han sido seleccionados) por parte de un señor que tiene un tamaño de armario empotrado, y poder así subir en un bus (vigilado por otros 4 armarios empotrados) con destino a un campo de trabajo durante dos o tres días.
En cuanto a si he practicado algo del idioma durante este fin de semana, absolutamente nada (sólo para pedir de comer en un restaurante). Y es que si al principio te giras sorprendido cuando escuchas a alguien hablar español a tu alrededor, al final del día estás tan habituado a ello (repito, no hay más que turistas) que la sorpresa te la llevas cuando oyes a alguien hablar francés.
El vuelo de vuelta sin incidencias, afortunadamente. Salimos puntuales, llegamos puntuales, y si dijeron algo extraño tuve la suerte de no enterarme.
Y me queda una semana... El próximo sábado viajaré... pero a mi casa.

viernes, 22 de agosto de 2008

Defecto genético

Los españoles somos la repera (creo que nadie utiliza hoy en día este término). Traducimos absolutamente todo a nuestro antojo, a veces sin ninguna lógica, especialmente los títulos de las series y películas. Y si no lo traducimos, le ponemos nuestro toque acentil que provoca que después en el resto del mundo no te entiendan. Veamos algunos ejemplos:

Titulo original - pronunciación - pronunciación
española francesa
Óliver y Tom - Oliver y Benji - /olif e tom/
Guía Michelín - /guía michelín/ - /guide mixelan/
McGuiver - /macguiber/ - /macgaibar/
Dr. House - /Doctor Jaus/ - /docter Aus/
Mar Adentro - /mar adentro / - mantienen el original
Grey's Anatomy - /Anatomía de Grey/ - mantienen el original

De este modo cuando quieres hacer alusión a una de estas películas te las ves y te las deseas para que te entiendan y para entenderlos (más de 15 minutos me repitieron lo de guid mixelan hasta que me di cuenta de qué me estaban hablando). El caso es que se me ocurrió ir a comprar una película a Fnac. Por cuestiones que no vienen al caso, tenía ganas de ver Mar Adentro (entre otras cosas porque además de verla en francés, tendría la seguridad de que en V.O. también la iba a entender); pero una vez llegado allí me surgió la duda ¿cómo llamarían aquí a la película? Rebusco por las estanterías: cine extranjero, por el nombre del director y nada.. Así que decido hacer una traducción de las mías. Si en español es Mar Adentro y en inglés The Sea Inside, en francés puede que sea algo así como Dedans la mer?. Nada, no la veo.

Está bien, recurramos a la técnica del empleado (es decir, preguntar). Busco un mostrador... y a mi derecha hay uno, con un señor aporreando un ordenador, un teléfono inalámbrico en la oreja y una chapa colgada del jersey. Me dirijo hacia él y después de 5 minutos esperando a que termine la llamada mira para mi.
Señor del mostrador: ¿Estás esperando?
Yo: Si, buscaba una película.
Señor del mostrador: Ah, es que yo no trabajo aquí.
Yo: Cara de póker, ¿cómo que no trabaja aquí? ¿Es que es un empleado del centro comercial de al lado? ¿Y si no trabajas aquí por qué tienes un portátil y el inalámbrico? Me fijo en la chapa y voilà, pone "Visitante". Así que ya ves, a FNAC también te puedes ir de visita con tu ordenador y coger prestado el teléfono (cada vez entiendo menos).
Vuelvo a la búsqueda, localizo un mostrador a la izquierda, con un señor detrás y chapa en la solapa, pero esta vez tiene escrito un nombre.
Yo: Hola, buenos días, querría una película que no sé como se llama (todas las conversaciones para mi empiezan igual)
Empleado FNAC: Aham
Yo: Es una película española, el director es Alejandro Amenábar (fíjese donde pongo el acento) , y sé el título en español "Mar Adentro" y en inglés "The Sea Inside" pero no en francés. La traducción a francés sería algo así como Dedans la mer ¿Le suena?
Empleado FNAC: No... ¿De qué va?
Yo: breve resúmen de la historia.
Empleado de FNAC: Ah!!! "Magadentró", Amenabárg!
Yo pensando: y para esto tanto discurrir, ellos decidieron conservar el título sólo que con su pronunciación a la francesa...

Entre tanto, mientras me lleva hacia la estantería me va diciendo que su abuelo hablaba español porque era de no sé qué país de América Central, me cuenta media vida (al igual que lo han hecho otras personas con antecesores españoles: la señorita de AirFrance, el que me vendió un bocadillo en el aeropuerto de París, la señora del estanco...) y me recomienda otra película (Babel, ¿alguien la ha visto?).

En fin, seamos francos, los españoles para esto de los idiomas somos francamente nulos: solo con decir "hola" en cualquier idioma se nos reconoce la procedencia, nos hacemos entender más o menos como podemos y chapurreamos idiomas extranjeros más que hablarlos, vemos todas las películas dobladas (en otros países simplemente las subtitulan), traducimos los títulos a nuestro antojo (¡para qué mantener el original!) y si lo mantenemos le damos ese toque acentil tan a lo spanish que hace que cualquier pronunciacion con la realidad sea mera coincidencia. Pero aún así, sobrevivimos. De todos modos no creo que sea culpa nuestra esto de no saber idiomas, yo creo que es un defecto genético (que no tienen los rusos, polacos, alemanes, suizos....) que nos impide aprender otra lengua. Y para todos aquellos que lean esto y que dominen el inglés, holandes, ucraniano y esas cosas... seguramente es que alguno de sus antepasados no era español y por eso de que la genética se salta generaciones, no han heredado ese defecto (¡qué suerte para ellos!).

miércoles, 20 de agosto de 2008

Crónica exprés de fin de semana

He de reconocer que el viaje de vuelta en tren (inmersión lingüiísta multiaventura como me dijeron) eclipsó cualquier acontecimiento sucedido durante el fin de semana. Sin embargo rResumidamente podría decir que esos tres días fuera consistieron en: comidas y cenas fuera, cenas caseras, degustación de platos típicos (entre ellos cosas a la mostaza, a la salsa de no sé qué, y evidentemente los famosos 358 tipos de quesos que deben de existir), visita/compra en el mercado (me encanta eso), visita de iglesias-parques-monumentos varios, recorrer las calles, perderse en los pasadizos de los edificios, entrar en el hotel de máximo lujo de la ciudad (bueno, a las 2 de la mañana y solo la entrada que era impresionante, lástima que no tenga fotos), subirse a un tejado de un 7 piso, escaleras y más escaleras, funicular, trolebus (sí, allí tienen trolebus, tengo que decírselo a mi abuela), colarse en el bus sin pagar (habrá a quien no le parece nada, pero para mi aquellas dos paradas se me hiciero eternas), ruinas romanas, y sobre todo lo que más llama la atención de todo ello es que... yo me haya montado en una bici.

Hace años que renegué de ella, no por nada en especial, pero poco a poco se fue quedando abandonada en el trastero hasta que el verano pasado se la regalé a un amigo. Desde entonces ni me había planteado volver a subir. En el mes de febrero estando en Sevilla aluciné porque había muchísima gente que se desplazaba en bici, incluso podías alquilar una en medio de la calle. Pues bien, la sorpresa vino cuando llegué a Lyon el primer día me estaban esperando con una bici, y ahí me entró el pánico (¿yo? ¿ir en bici? ¿por una ciudad? ¿lloviendo? ¿será una broma no?). El caso es que ese día conseguí escaquearme... No fue así el segundo ni el tercer día. Soy cabezota, tauro de nacimiento, y cuando digo que no es que no, y basta que me quieran convencer para que yo me niegue más todavía. Generalmente después de decir 4 ó 5 veces que no, la otra persona suele desistir de su objetivo y me deja en paz. El problema es cuando das con alguien como tú... que acabas incluso montando en bicicleta.

Y la gente pensará que no es para tanto, pero para mi si. Llevaba años sin subirme en cacharro de esos (afortunadamente dicen que eso nunca se olvida), mi coordinación y capacidad para anticiparme en la carretera es bastante limitada (no veo el peligro hasta que lo tengo cerca), me dan miedo los coches que pasan a mi alrededor y los espacios se vuelven pequeños. Da igual que delante de ,un coche haya pasado entre dos postes, cuando yo tenga que pasar me dará la sensación de que el espacio se reduce al máximo y que me voy la voy a pegar (ilógico si pensamos que acaba de pasar un coche que mide y metro y medio de ancho y una bici deben de ser aproximadamente cuánto ¿50 centímetros?).

Por todo ello, por el miedo que yo tengo, el peligro que supongo y demás: los demás conductores, peatones y yo agradecemos que estos días fuera festivo, que muchos se hayan ido de viaje, y que los que se quedaron se apartaran de mi camino. (Bueno, he de confesar que para muchos trayectos me llevaron por el carril bici o calles prácticamente desiertas, pero aún así no me acaba de convencer lo de la bicicleta). Reconozco que no se contamienta, que se hace ejercicio y que es un buen medio de transporte para ver muchos sitios en poco tiempo (si no, no habría visto ni la cuarta parte), pero pongo en duda si la congoja con la que voy merece le pena....

Y la próxima visita será a... París.

lunes, 18 de agosto de 2008

Tren Gran Vergüenza

Hoy quiero dedicar este espacio a la maravillosa SNCF (equivalente a nuestra Renfe) y su maravilloso Tren de Gran Velocidad (TGV) del que ya hablé en el post anterior. Dicen algo así que si escupes hacia arriba puede que te caiga encima... pues en verdad.

Si el otro día decía que se viaja bien en ese tren, que te cobran una burrada por ir en él, y que aunque salga diez minutos tarde recupera el tiempo... Durante el día de ayer me di cuenta de que el transporte es igual en todos los países, y que todo es susceptible de retraso y cachondeo.

17.00h: Llego a la estación una hora antes y veo con cierta inquietud sobre una pantalla que ha habido un problema con una catenaria (ni idea de que es eso), y que el tráfico entre Marsella y Niza (mi destino) está cortado. Retrasos entre 1 hora y 4horas y media. En fin, sin que cunda el pánico me voy hacia información a preguntar si mi tren saldrá ese día o si tengo que quedarme más tiempo. Me dicen que no, que no hay problema y que el tren saldrá a su hora (perfecto, pienso yo).

17.30h: Decido comprarme un bocadillo y una botella de agua y así ya ceno en el tren.

18.03h: Me subo al tren, busco mi asiento escucho música, leo una revista, hablo con la chica que está a mi lado, etc.

19.42h: llego a Marsella (sí, como el jabón) y nos dicen por megafonía que debido a un problema en la vía (eso ya me lo sabía) tendremos que esperar una hora y media. En fin, pues nada, esperaremos.

21.00h: Nos dicen por megafonía otra vez que nos tenemos que bajar del tren y según el destino que tuviéramos, coger tal tren, o tal otro y que miremos la vía en los paneles de información. Pero cual es nuestra sorpresa que cuando nos bajamos no existen tales trenes, y que no los va a haber. La gente no entra en crisis (o al menos conserva las formas), y comenzamos a pedir que nos solucionen el problema. El resultado y la contestación de los responsables de allí en un momento es que no se puede restablecer el tráfico ferroviario por el momento, que no se puede poner un bus para las 500 personas que vamos en el tren (bueno, menos, porque la mitad decidió irse a la hora de esperar), y que podremos viajar el lunes o el martes (aquí a mi me entra la risa, teniendo en cuenta que estábamos a domingo). Desde una agencia nos comunican que no quedan habitaciones libres en los hoteles, por lo que a gente entonces decide tomar el tren otra vez (no vamos a dormir fuera) o asentarse en el andén. A todo esto, detrás del nuestro llegaron dos trenes más.

22.00h: Ahí seguimos en la estación, pero ¡noticia!. Dicen que habrá dos trenes disponibles A PARTIR DE LAS 12 (claro, la expresión a partir de puede significar las 3 de la mañana, las 4... no lo saben). ¿Y donde están esos trenes en aquel momento? Pues tampoco lo saben (¡Viva la organización! ¿Esperarán a que les vengan caídos del cielo?).
Tenemos hambre, teniendo en cuenta que los franceses comen bastante pronto, a estas horas sus estómagos empiezan a resentirse. Así que sobrevivimos como podemos, nos miramos de reojo y sin llegar al canivalismo (aunque a simple vista alguno podría ser bastante sabroso), alguien aparece con sobrecitos de mermelada (menos da una piedra) y vasos de vino (creo que atracaron el bar del tren...). En fin, con alcohol las penas son menos penas. Viendo que vamos a pasar allí bastante tiempo, comienza a producirse un momento de solidaridad: mi bocadillo de salchichón acaba repartido entre diez personas (vamos, que a medio mordisco cada uno), el otro tiene un kit-kat, el de más allá unas pastas especialidad de Dijon... así a lo bobo a lo bobo vamos comiendo algo. Eso sí, al final la SNCF nos trae gratuitamente (solo faltaría) botellas de agua para todos.

00.00h. Pasamos el tiempo como podemos... improvisamos un tres en raya, viene la tele a grabarnos... y ¡¡sale un tren!! Mientras se mueve por la vía, los que estamos en el andén saludamos riéndonos (pues no vamos a llorar). Al cabo de un rato nos esteramos de que se detuv a 600 metros porque necesitaban dejar espacio libre en la vía (a esto se le llama tomarte el pelo).

00.15h A una chica que está a mi lado le llega un mensaje en el que le comunican que en la televisión han dicho que no se puede restablecer el tráfico hasta las 6 de la mañana (¡Genial!). Entonces ¿nuestro tren de a partir de las 12 donde está?. Afortunadamente de allí a 10 minutos nos anuncian que hay dos trenes preparados en el otro lado de la estación que nos llevarán a Niza, y que esta vez sí que es en serio (ah, es que antes era una coña entonces...).

00.45h: Conseguimos entrar en un tren procedente de París, nos apiñamos como podemos en 1ª clase (la 2ª estaba ya al completo), y me doy cuenta de que los ricos viven la mar de bien: asientos espaciosos, enchufe para el portátil, camareras a bordo, ... Pero te das cuenta además de que tengas pasta o no, todos estamos allí retenidos. En este caso el dinero no hizo la diferencia.

01.30h: Después de 5 horas y media en una estación, anuncio de megafonía: Partiremos en breves instantes aunque la velocidad se verá drásticamente reducida Que narices, ¡lo importante es moverse! Durante el viaje muchos aprovechan para dormir, yo aún me pongo de conversación con el señor que va a mi lado, le doy una pastilla para el dolor de cabeza a la chica que está dos asientos más allá y que padece migraña, y media botella de agua al señor de detrás que está bastante cascado y desesperado por beber. A mi cargo tengo además a un chico de 16 años que viajaba solo a Niza. Bien, el viaje va a ser completo.

04.15h: Después de repasar la televisión francesa, su sistema educativo, dar una vuelta por distintos países europeos junto con sus tradiciones, el cine y la literatura. POR FIN llegamos a Niza y nos llevamos la sorpresa de que hay gente durmiendo dentro de la estación (si en el fondo nosotros somos unos afortunados).

Así que retomemos datos:

Hora prevista de salida: 18.03h Hora real de salida 18.03
Hora prevista de llegada: 22.32h Hora real de llegada: 04.15
Duración estimada del trayecto: 4h y media Duración real del trayecto: 9 horas 45 minutos

Pero he de reconocer que todo tiene su lado bueno: tengo un vaso de cristal de souvenir (el que venía con el vino), he viajado en la primera clase del TGV, conocido a gente extraña pero al mismo tiempo simpática, y me he dado cuenta de que en este tipo de situaciones puedo sobrevivir sin entrar en un estado de desesperación. Al mismo tiempo tengo una anécdota más que contar. Evidentemente nos han dicho que nos devolverán el importe del billete a los pasajeros de los 15 trenes (sí, 15) que se vieron ayer afectados por la dichosa catenaria. Sólo tengo que cubrir unos cuantos papelitos... Y pensar que tenía miedo de que esto me fuera a pasar en una aeropuerto. Al menos solo venía de las vacaciones de mis vacaciones.

La crónica del fin de semana ya si eso para otro día.

sábado, 16 de agosto de 2008

Extraordinariamente de vacaciones

Uno de los símbolos más importantes de Francia (además de su bandera, creo que un gallo, y el famoso lema de "libérté, égalité, fratérnité") es su famoso TGV (Tren Gran Velocidad) que es es lo que para nosotros sería equivalente al AVE. Tanto había oído hablar de él (creo que son las primeras siglas que te enseñan cuando comienzas a aprender Francés) que decidí que sin duda era el momento de probarlo, y es que la vida está llena de experiencias.

Sin duda, el tren será rápido pero también es cierto que por usarlo te cobran el kilómetro a precio de oro, tanto que durante un momento pensé en cambiar el tren por el avión. Y la verdad es que mejor me hubiera sido: mi viaje se habría visto reducido en 3 horas de duración, y no habría sufrido ese molesto dolor de oídos que te provocan los cambios de presión (hay algo que no entiendo, no lo padezco en el avión y sí en el tren). No obstante, a pesar de esos pequeños inconvenientes, hemos de reconocer que el tren en sí va bien y que aunque salga con 10 minutos de retraso (ahí nos parecemos todos) es capaz de recuperar ese tiempo (vale, ahí no nos parecemos demasiado, nosotros habríamos duplicado ese tiempo, ya que no íbamos a llegar a tiempo, pues ya para qué darse prisa).

Una vez llegué a mi destino (Lyon) me di cuenta de que si bien el tiempo en horas me había acompañado, el tiempo meteorológico me iba a hacer una gran putada: lluvia-lluvia-lluvia y además viento. Pero no pasa nada, tengo la teoría de que las ciudades cuando están mojadas adquieren un cierto encanto por los brillos y reflejos que puedes ver en el suelo (por ver la parte positiva de todo claro).

Lo bueno de viajar en el mes de agosto y más día de un festivo nacional (sí, porque dirán que son un país laico, pero bien que se suman al festivo del día de la Asunción ¿eso no es ligeramente católico?) es que las ciudades están desiertas al más puro estilo Madrid en plena semana santa. Eso te permite pasearte sin tropezar con la gente, no hay aglomeraciones en los locales por lo que puedes tomar algo sentado tranquilamente y sin tener que esperar una cola inmensa para pedir.

Cuando tenía el estómago lleno, llegó el momento de conocer una pequeña parte de la ciudad y lo mejor es hacerlo con alguien que viva en ella porque te puede ir explicando en donde estás, qué es lo que estás viendo, y además descubrirte cosas que si no nunca habrías visto. Lo que más me llamó sin duda la atención son los patios interiores que existen dentro de muchos edificios y que están "escondidos" a la simple vista, pasadizos que comunican diferentes calles, el largo paseo a la orilla del río, y los parques de extensiones infinitas. Se trata de algo indescriptible y que no voy a cometer la osadía de ejemplificarlo con una foto ya que pierde mucho de su encanto, y por lo tanto no me parece justo. Y fue en ese preciso momento en el que me di cuenta de que estaba de vacaciones, una sensación extraordinaria que no había sentido hasta aquel momento. Hice un pequeño paréntesis de libros, debates y clases, y agradecí que todavía me queden dos días de esta buena vida. Aunque lo bueno y mejor todavía está por llegar.

PD. Efectivamente las fiestas de la luz son muy importantes y de gran atractivo turístico. Para hacerse una idea de como es Lyon esos días, dejo aquí y aquí los ejemplos de los que hablaba Aestribor (¡muchas gracias!).

jueves, 14 de agosto de 2008

Pepe Viyuela

Desde luego hay una cosa que parecerá una estupidez (como tantas otras de las que escribo), pero si hay algo que me llama la atención cuando salgo de España es que en los demás países existen las Lavanderías. Sí, imagino que en España en las grandes ciudades también las habrá, pero yo nunca las he visto.

Estamos acostumbrados (al menos yo), a ver este tipo de servicios en las películas, a donde va la gente con sus sacos de ropa sucia. Siempre me pregunté el motivo por el cual la gente no se compra una lavadora cuando para nosotros es lo más habitual tenerla en casa. Puede ser que en el resto de la Unión Europea los jóvenes se independicen antes (y ya tienen bastante con sobrevivir con los gastos diarios como para tener que comprarse la lavadora), a lo mejor en el resto del mundo la gente se cambia más a menudo de casa y así se evitan transportarla... (pero bueno, si estás de alquiler igual que tienes un frigorífico podrías tener la lavadora...). No lo sé. Preguntando a un "autóctono" (es decir, un francés), me dijo (no sé si medio en broma, medio en serio) que era uno de los modos en que los solteros se podían conocer. Y hombre, si lo piensas bien podría tener su lógica... ya que Francia hay una panadería - farmacia - heladería cada 5 metros, no les queda espacio para montar un bar o cafetería... Así que colocan una lavandería por barrio. Así, yo te presto un poco de jabón, tu me dejas el suavizante, compartimos una secadora... el amor huele a limpio.

Después de dos semanas aquí decidí que había llegado el momento de adentrarme todavía más en la cultura francesa (bueno, y que esto de necesitar el doble de ropa clase-playa-noche cada día hace que las existencias de mi armario comenzaran a estar bajo mínimos). Encontré una bolsa par meter la ropa (sí, porque lo tienen todo tan bien montado que hasta existen sacos específicos para ello), cogí suelto para la máquina prepago y me lancé a la aventura. En principio iba a ir al lado de mi casa (los mal pensados dirán que para ligar con personas que sean de mi barrio - la realidad les diría que es que yo paso de recorrerme la ciudad con una bolsa de ropa que huele a calcetines). Pero oh sorpresa, cuando llegué allí estaba cerrado. Así que tenía la opción de volver a mi casa (opción no contemplada porque me negaba a volver cargando con la ropa con lo que pasa como para tener que bajar mañana otra vez), por lo que seguí hasta el barrio de al lado. Por el camino iba pensando en que hubiera sido mejor comprarse un carrito de la compra, pero bueno, ya no había solución.

Una vez llegué a mi destino me di cuenta que es una lavandería es un verdadero punto de encuentro dondem puedes conocer a la pareja de tu vida... siempre y cuando tengas más de 60 años (no es mi caso). A lo mejor es que ese barrio tiene una media de edad superior a los otros, pero es lo que había. (La próxima vez iré al barrio Channel). El caso es que si cuando llegué estaba medio vacío, cuando me iba casi había cola.

Después de una hora y media (entre lavadoras-secadoras), la buena acción del día (ayudar a una señora a doblar las sábanas) y evitar que se me colaran en la secadora que me habían dicho que funcionaba mejor (sí, la señora en cuestión me había avisado); me volví para casa (y si la ropa seca pesaba, a medio secar ni te cuento).

Pero mi momento "colada" no había hecho más que empezar, de hecho es algo que me persigue desde hace días, justo desde el momento en el que se me ocurrió comprar las pinzas de la ropa que ya comenté. Como en mi tendedero no cabía toda, tuve que recurrir a un supuesto tendedero extensible que había visto por casa. Pero aquí nada es lo que parece (es decir, todo se complica siempre), así que intentando armarlo me vi sin querer protagonizando una escena al más puro estilo Pepe Viyuela (dejarlo cargar primero entero para que lo podais ver bien...). Le di vueltas a ese montón de hierros, que si para arriba y para abajo... Cuando lo tenía medio montado en la cocina (o al menos se sostenía, no digo que de la forma correcta), decidí que lo mejor era cambiarlo de habitación a donde le pudiera dar más el aire. En principio el artefacto ese se me resistía, pero cuando consegui reducirlo (sí, cuando logré cerrarlo), pude cambiarlo y empezar de nuevo en mi habitación. Realmente creo que lo tengo al revés, pero si no lo muevo mucho espero que aguante montado.

Ahora solo me queda esperar a que esto se seque y mañana plancha (espero no protagonizar otra escena como la de hoy, y si lo hago, que mi compañera de piso no lo presencie con una cámara en la mano).

domingo, 10 de agosto de 2008

Las /pinsalans/

Viajar fuera de tu país tiene sin duda muchas ventajas: conoces gente, te explican las formas de pensar de otras culturas (y oye, tu forma de pensar no es la única del mundo), desconectas completamente tu móvil (lo siento por mis jefes, si necesitan algo tendrán que esperar hasta septiembre), conoces sitios que nunca creerías que verías, te das cuenta de que las playas no siempre son de arena...

Además compruebas que hay gente que está realmente forrada (¡he visto aparcar un Ferrari a mi lado!), y que hay quien compra en las tiendas más caras (véase ejemplo Channel)... Mientras tanto, el resto de los mortales con un nivel socioeconómico medio nos conformamos con comprar en el Carrefour, vivir en un 4º sin ascensor (muy bueno para realizar ejercicios cardiovasculares subiendo/bajando escaleras), utilizar el transporte público (contaminamos menos), y sobre todo practicar idiomas (ya que en nuestros países de origen no podemos tener un profesor particular ni vivimos en hoteles con personal que siempre habla tu lengua)

Los idiomas son una de las grandes carencias de los españoles, se nos dan realmente mal, hablamos castellano y chapurreamos con un poco de suerte alguno extranjero (bueno, después hay el caso de gente que realmente lo domina, pero no es lo habitual). Si estás en una ciudad turística te ves rodeado al día de al menos 20 acentos diferentes a lo cual te acabas acostumbrando y si vienes sin ningún acento, al final te vas con uno mezcla de esos 20. Cuando escuchas a uno español te giras de forma instintiva para ver quién es (como si lo fueras a conocer), te dan casi ganas de salir corriendo, abrazarlo y decirle ¡eh! ¡que yo también vengo de España! ¿nos vamos de copas? pero te contienes y sigues tu camino.

Lo más divertido sin duda con esto de los idiomas es cuando te intentas "mezclar" entre los "nativos", hacer la misma vida que ellos (aunque lo de los horarios sigue siendo un problema para mi, no soy capaz de comer a las 12 de la mañana un plato de carne), e incluso haces la compra. Es justo en ese momento cuando te das cuenta de lo precario o lo irracional de tantos años de estudio, nos pasamos por ejemplo 6 años aprendiendo a conjugar los verbos y haciendo multitud de ejercicios, pero cuando te cambias ves que lo de utilizar bien un pasado, una condicional o un pronombre es lo de menos. Añoras aquellas listas de vocabulario básico que seguramente estudiaste durante el primer año, pero que nunca creiste que fueras a utilizar, véase como ejemplo: pinzas de la ropa. Si no tienes un diccionario contigo a mano, la cosa se te complica, así que te ves explicándote como puedes, recurriendo a los gestos o incluso dibujando para hacerte entender (afortunadamente durante mi infancia en mi casa se jugaba mucho a eso del Tabú, Gestos, Pictionary... por lo que tengo practicando eso de intentar hacerme entender como sea). Lo siguiente es un extracto de una situación real sucedida estos días:

Situación: Yo en el Carrefour en busca de pinzas de la ropa para poder hacer la colada (sí, porque aunque estés de vacaciones estas cosas se siguen haciendo). Después de dar vueltas por los pasillos durante 30 minutos (y no es exageración) buscando el objeto deseado, decido que lo mejor es preguntar. He encontrado escobas, guantes, productos para encerar, plumeros, fregonas, todo tipo de detergentes... pero ni rasto de las pinzas. Bien... allá vamos. Busco un trabajador de Carrefour.... mmm allá hay uno.
Yo: Perdona, ¿podrías ayudarme?
Trabajador de Carrefour 1: Sí, claro, dime.
Yo: Verás, busco una cosa... pero que no sé cómo se llama.
TC1 (cara de sorpresa): Ah...
Yo: Yo te explico. Cuando haces la colada, después tienes que secar la ropa, y lo puedes hacer a máquina...
TC1: ¿una secadora?
Yo (¿es que este hombre me ve con cara de irme a llevar una secadora?), continúo: no, no, cuando lavas la ropa puedes secarla a máquina, o al aire. Si la secas al aire, cuelgas la ropa sobre una cuerda y necesitas una "cosa" para sujetar la ropa y que no se caiga.
TC1: ¿un tendal? (ay que.... reconozco la palabra tendal y no sé como se dice pinza)
Yo: No, no, el tendal ya lo tengo. Está bien, imagina que esto (tengo en mi mano un pack de papel higiénico), es la ropa. La cuelgo en la cuerda y la agarro con un objeto para que no se caiga (al mismo tiempo hago un gesto con la mano como si de una pinza se tratara). A ver... es como un clip... pero de plástico o de madera.
TC1: Después de uno segundos con cara de duda, se nota que no hace mucho la colada: ah!! ¿quieres decir /pinsalan/?
Yo: sí, puede ser... no sé como se llama así que... ¿por dónde lo puedo encontrar?
TC1: pues vete dos pasillos a la derecha y busca por ahí (claro, de allí vengo y no había nada), si no, en el bazar allí al fondo (vislumbro algo así como 6 pasillos de bazar... no sé si dimitir de mi objetivo).

Yo -pienso- No, si he llegado hasta aquí, si he perdido ya 45 minutos con esto, no me puedo ir sin las pinzas... vamos al bazar... Unas cuantas vueltas... encuentro la comida para gatos (aquí también habría golosinas para Petra), licuadoras, sartenes, tablas de planchar, cuerdas... pero ni rastro de las pinzas. 15 minutos más tarde, 2 Trabajadores de Carrefour, acompañado de un dibujo representativo: .... ¡encuentro las pinzas! Las cojo en la mano y es casi como haber ganado un gran premio. Me paseo por todo el Carrefour con cara de triunfo y añado una palabra más a mi vocabulario (junto con la de pegamento, grapadora, mando a distancia, pilas...)

Conclusión: cuando empecéis a estudiar un idioma, guardad todos los apuntes de vocabulario, pues nunca se sabe cuándo lo vais a necesitar (eso, o acordaros siempre de llevar el diccionario)

miércoles, 6 de agosto de 2008

Los atajos

Una vez un amigo arquitecto (en aquellos momentos proyecto de) me dijo: No nos damos cuenta de la cantidad de cosas que nos perdemos por no ir mirando hacia arriba cuando vamos por la calle.

El caso es que esa frase que parecía una soberana tontería y aparentemente irrelevante, es realmente una forma diferente de vida. Si nos paramos a pensar cuando vamos caminando tendemos a mirar hacia el frente o hacia el suelo (lo cual es una buena costumbre para no darnos de bruces contra la primera farola que se interponga en nuestro camino o ir tropezando con la gente), pero nunca nos paramos a levantar la vista más allá de la altura de nuestros ojos. Lo curioso fue que desde que me dijo eso, probé un día mientras iba en bus (donde no corría el peligro de ir tropezando con la gente) a ir mirando hacia arriba, así descubrí lo mucho que me gustan algunas fachadas de la ciudad y otra serie de pequeñas curiosidades (que hay gente que pone geranios en los balcones, gárgolas de los edificios antiguos...) en las que de no ser así nunca nos habríamos fijado. Es decir, tenemos que aprender a observar más que mirar simplemente.

4 años más tarde, haciendo las prácticas de la carrera me dijeron que una de las capacidades que tenía que desarrollar era la de observación. Sí, algo aparentemente tan sencillo pero tan difícil a la vez, porque ¿qué observar? ¿cuándo hacerlo? ¿cómo saber lo que es importante y lo que no? ¿para qué hacerlo? ¿debería tomar notas? ¿cuántas? ¿Alguien me puede enseñar a hacerlo?.

Hay personas que necesitan aprender a observar para poder desarrollar su labor profesional (¡qué sería de Colombo si no!), y si bien al principio es complicado y hay que poner en ello los 5 sentidos, con la práctica se vuelve casi automático, siendo además una capacidad que sin darnos cuenta, podemos utilizar para pasar de mejor manera los grandes tiempos muertos (por ejemplo... las largas horas de espera en una consulta, en el aeropuerto tan temido por mi...) En el caso de las personas con sentido nulo de la orientación como el mío, se convierte además en algo fundamental e imprescindible para poder sobrevivir en el día a día, especialmente cuando debes de salir fuera de tu ciudad.

A mi que me gusta el riesgo (y algún día me llevaré un susto por ello), según llegué a mi nuevo piso se me dio por ponerme a investigar por la ciudad... un domingo y a eso de las 8.30 de la tarde, cuando no hay nadie por la calle y todo está cerrado. En el caso de haberme perdido a día de hoy seguiría dando vueltas (afortunadamente no fue el caso). Como al día siguiente tenía que presentarme a las 9 en el Instituto Lingüístico, decidí "practicar el camino" el día anterior ya que aparentemente era sencillo (al menos visto en el mapa). Todo recto, un par de calles y justo en una paralela. Vale, así dicho es sencillo, pero cuando te encuentras en la escala real la cosa cambia, las calles te da la sensación de que se multiplican y todo pierde su lógica ¿preguntar? ¡para qué!. Después de un par de vueltas llegué al sitio. Ahora sólo me queda volver a casa.

Como ya he dicho a mi el sentido de la orientación no me acompaña, así que en fin, regresar puede ser también complicado (no sé si comprarme un paquete de piedras de colores para ir tirándolas al suelo cuando vaya a algún lado). Una calle más allá y... ¡oh! aquí hay un centro comercial muy bonito por fuera, perfecto, será mi marca de referencia para cada mañana. Sigo todo recto y.. ¿por que calle estaba mi casa? recuerdo atravesar un pequeño parque pero ¿a qué altura estaría? Esta calle es toda igual, es así al estilo las Ramblas de Barcelona, que siempre crees que vas bien pero después resulta que era 5 manzanas más abajos. Afortunadamente se me viene una imagen a la cabeza: una de las marquesinas de un bus tenía el número 15 escrito. Una vez más, el fijarme sin querer en una tontería como esa es lo que me ha ayudado a encontrar el sitio...

Puede ser un número, el toldo de un restaurante que me hace gracia, el buzón de correos o la cabina telefónica que no tiene teléfono dentro... cualquier cosa me vale para "orientarme" a mi manera y poder aprenderme los caminos a base de repetirlos muuuuchas muuuuuchas veces.

De todos modos he de confesar que no tengo esta técnica todavía muy perfeccionada, al día siguiente me perdí y llegué 5 minutos tarde, pero es que a los 2 días (innovando por un atajo cuando iba con el tiempo justo), los 5 minutos se convirtieron en 10... Yo y los atajos, todo un caso. Pero no me desilusiono, a base de perderme y encontrarme en otras ocasiones ahora me puede enfrentar a este tipo de situaciones sin angustiarme por ello (a todo se habitúa uno).

domingo, 3 de agosto de 2008

Aeropuerto

Después de hacer el pasaporte (que por cierto, ¡tiene hojas! sólo que le llaman digital porque la foto es escaneada), movilizar a los amigos por toda la ciudad en busca de los últimos productos que necesitaba (gracias por la paciencia que mostraron algunos), y enfrentarme a la maleta (y no es una metáfora ya que tuve que echarme encima de ella para que cerrara); después de todo eso llegó el momento aeropuerto.

Aunque los aeropuertos son un lugar de tránsito para todo el mundo y en donde si tienes suerte no permaneces mucho tiempo, realmente son lugares llenos de anécdotas que según el punto desde el que se mire (desde aquel del que la sufre, o el que la observa), pueden tener más o menos gracia. Considero que si nos fijáramos atentamente, podríamos incluso extraer buenos agumentos para luego escribir un libro (de hecho, no es nada nuevo, esto existe ya). Realmente un aeropuerto puede ser una buena representación de la tierra sólo que a menor escala: en un espacio reducido se juntan muchísimas nacionalidades, tantas que ni siquiera me atrevo a dar un número aproximado pues sé que andaría lejos de la realidad.

Uno de mis miedos (o inquietud) a la hora de tener que viajar en avión es el hecho de poder perderme: afortunadamente las estancias están señalizadas mediante dibujos más o menos iguales en todos los países, y el proceso que se ha de seguir es siempre el mismo (llegar, buscar el mostrador de facturación, embarcar, etc, etc). No obstante, siempre ocurrirán cosas que al menos te hagan perder la calma durante unos breves segundos, en mi caso no iba ser menos.

El hecho de tener que coger varios aviones aumenta la posibilidad de que suceda algo (por lo menos no llegó eso tan temido de que me pierdan la maleta, ni tampoco el tema retrasos, aunque todavía estoy a tiempo). Aún así...:

Aeropuerto 1: ¿ la tarjeta de embarque? Llego con tiempo, no hay cola y en cuestión de 10 minutos tengo facturado. Hago tiempo antes de ir a pasar el control de seguridad, le entrego mi billete electrónico:
-Señorita muy amablemente: ¿y su tarjeta de embarque?
-Yo (con cara de circunstancia) - pienso: ¿cómo?- digo: Eso es lo que tengo, billete electrónico, la maleta facturada y el comprobante de haberla facturado ahí pegado. (Prometo que no me habían dado nada más)

Evidentemente la señorita no me deja pasar y me envía a reclamar mi tarjeta de embarque en información, de ahí a facturación nuevamente y cuando el hombre me ve con cara de ¡ups! me dice: Es que me olvidé de darte esto, te iba a llamar si no venías. (Ahora entiendo por qué te piden el teléfono cuando haces la reserva).
En fin, vuelvo para embarcar: saco líquidos, ordenador, lo pongo todo en una bandeja y que no vale, el ordenador en un sitio, su bolsa en otro, y los líquidos, metales etc en otro más... ¡qué complicación! Al menos los policías esta vez tenían paciencia....

Aeropuerto 2: "la información no es correcta". Después de recorrer durante 20 minutos la T4, recoger mi equipaje... me dirijo a facturarlo nuevamente (si hasta le acabaré cogiendo gusto a esto). Compruebo el vuelo y en la pantalla de información me indican que debo de ir hacia la zona de Puente Aéreo. Nueva caminata y cuando llego al mostrador ¡oh! ¡sorpresa!:
-Amable señorita: no, aquí no es, eso es un vuelo regular, diríjase a cualquier mostrador de Iberia"
-Yo (con cara de desconcierto): Pero en la pantalla pone Puente Aéreo.
-Amable señorita: sí, pero estará confundido, debe de ir a cualquier mostrador 800 (Está bien, daré la vuelta)
-Simpático señorito: no, aquí no es, esto es de puente aéreo, es por aquel pasillo.
-Yo (con cara de esto es una broma): Yo también lo creía, pero vengo de allí y me dijeron que e una confusión, que tengo que facturar en vuelo regular.
-Simpático señorito: a ver, usted cuando tramitó el billete, escogió puente aéreo o vuelo regular.
-Yo (con cara de y a mí que me dices): Pues no lo sé, lo único que sé es que yo cogí un billete de aquí a allá y tento que hacer escala en Barcelona, si hasta allí es un puente aéreo, vuelo regular o iré en globo no lo sé....
-Simpático señorito (risas): ah, bueno, sí, estos de puente aéreo... (bla,bla,bla), entonces a ver, es aquí. (Equipaje facturado, yuju!)

Entre idas y venidas, se me ha pasado el tiempo, así que tengo que ir a embarcar (y volver al ritual de desarmar todo lo que llevo encima). Miro por una puerta... y buff, ahí estaré al menos media hora... ¿y por puente aéreo? Decido arriesgarme (¿no escarmentaré?), vuelvo al lugar de los hechos (o mejor dicho no-hechos), no hay gente (uy... creo que tendré que dar vuelta), pongo cara de inocente y... "¿puedo embarcar por aquí a este vuelo?" A lo que una simpática guardia de seguridad me dice que sí, incluso me ayuda a colocar todo en las bandejas y me lleva una de ellas hasta la cinta (¡por dios, que le suban el sueldo! ¡esto es amabilidad!). Una vez dentro me pregunto... ¿y si puedo entrar por aquí por qué tengo que facturar en la otra punta?. En fin, tengo prisa, no puedo pensar más.

Aeropuerto 3: son las dos y media de la tarde, tengo hambre y me estoy perdiendo la carrera de F1. Justo en uno de los bares del aeropuerto hay una pantalla grande en donde retransmiten la carrera. Cojo algo rápido para comer, y me siento en una mesa en donde no hay nadie más. Al cabo de un rato, un italiano me pregunta si la silla de al lado está vacía, así que se sienta al lado, se sorprende cuando le digo que Ferrrari va primero en la carrera (si, y más nos sorpendimos cuando a tres vueltas de la final se le rompió el coche al pobre de Massa). Nos ponemos a hablar. Esto es algo que me gusta de los aeropuertos. Muchos viajamos solos y cuando es así, se produce una extraña complicidad entre aquellos desconocidos que jamás se han visto pero que tienen ganas de hablar con alguien en su misma situación después de haber pasado X horas callado en un avión. Necesitamos hablar con alguien, de lo que sea, da igual: política, deportes, la vida habitual, qué nos ha llevado hasta allí... algo.

Me entretengo en la conversación y... ¡uy! me tengo que ir, mi vuelo no esperará. Estando en la sala de espera para embarcar (por tercera vez en menos de 8 horas) me pongo a observar y me doy cuenta de algo... Si yo propusiera a quien me está leyendo, hacer un ejercicio de imaginación en el que hubiera que visualizar un pasillo de un aeropuerto ¿cómo te imaginarías ese pasillo? ¿con o sin ruido? Seguramente a la mayoría de la gente se le vendría a la mente una imágen y acompañada esta de un barullo o el murmullo de los que le rodean. La realidad (que casi nunca nos paramos a observar) es muy diferente, incluso podría decirse que reina el silencio (exceptuando al niño que está cansado y llora porque es ya su hora del biberón). Sorprendente ¿no?

Conversaciones: Afortunadamente no tengo miedo a volar, no me suelen molestar los oídos a causa de la presión, y me encanta mirar por la ventana y ver entre las nubes el paisaje que queda a tantos quilómetros. Sin embargo sí algo que de manera irracional me da un poco de yu-yu: las instrucciones a seguir en caso de emergencia (no me hace nada de gracia ver ejemplificando el modo de ponerse un chaleco salvavidas o por donde está la salida más próxima). En esos momentos intento distraerme mirando la ventana observando las alas del avión (por ejemplo), poner el mp3, o coger una revista de estas que te dejan gratuitamente y en donde puedes ver los mejores lugares de Budapest en los que tomar un café por el precio de 15€... Sabes que no vas a ir allí proximamente (y que de ir, no pagarás ese dinero), pero lo lees igual.
Pero sin embargo, aunque te esfuerces por ignorar ese famoso mensaje de...en caso de emergencia... (reconozco que sólo atendí una vez por si algún día me hacían falta, que espero que no), la pareja que tienes al lado insiste en ir contando todos los pequeños incidentes de por ejemplo el último año:
-Señora del asiento E: pues cuando iba para Canarias el avión pasó por unas turbulencias...
-Yo en el asiento F -pensando- vale, lo siento, pero no me interesa, intento no pensar en ello.
-Señora del asiento E: y cuando iba hacia Barcelona el tren de aterrizaje hacía ruido... pensaba que estaba estropeado.
-Yo en el asiento F - pensando- : ¡por dios, que alguien baje a la gafe del avión!
En fin, que después de 10 horas de la ceca pa la meca, llego a mi destino. No beso el suelo porque imagino que lo habrá pisado muchísima gente. Tan sólo me queda coger un taxi e irme a la que será mi casa durante una temporada. ¿qué será lo próximo con que me encuentre?