miércoles, 30 de julio de 2008

La ignorancia es tan atrevida.

Ignorancia: 1. hecho de no saber una cosa. Sinónimo: desconocimiento.
Ultimamente hay dos preguntas que me hacen con bastante frecuencia: a) ¿tienes todo preparado para irte? b) ¿con nervios por el viaje?. En fin, la respuesta a ambas preguntas es que "no" al menos por el momento.

Nada preparado para irme. He de confesar que tengo una muy mala costumbre de la que no me doy desprendido: suelo hacer la maleta en el último momento. Sé que esa mala costumbre tendría una aparente sencilla solución (hacer la maleta antes) pero no lo consigo. Sin embargo reconozco tambien que tengo (entre muchos otros) dos defectos que me lo dificultan (no voy a hablar de impedimentos): me planifico mal, y me da pereza montar la maleta, por lo que si puedo sufrir sólo una vez, evito hacerlo 3. Problemas principales:

  • Erróneamente creí que tenía ya en casa todo lo necesario. Pero ¡oh sorpresa!, ayer cuando intenté hacer una lista de lo que me iba a llevar (intento de planificación), me di cuenta de que al llegar a la sexta cosa apuntanda, me faltaban ya dos. Así que dejé la lista a medias y me fui a comprar. Paseando paseando, no me traje sólo lo que sabía que me faltaba, sino aquello que a mitad de camino caí en la cuenta que no tenía (si la semana pasada le tocó el turno a la documentación... esta fue la de productos de viaje de menos de 100ml que no quieres facturar, y el especial ¡cámara de fotos!) .
  • Hay muchas cosas que necesito hasta justo el día anterior a irme, así que no puedo meterlas en la maleta (y son una de esa piezas clave para que todo quede perfectamente encajonado a presión).
  • Qué ropa vas a necesitar cantidad/actividades a realizar/condición climática (miraría el tiempo, pero esto del cambio climático la última vez me jugó una muy mala pasada, si en el 2003 se sufría una ola de calor, en el 2004 estando fuera tuve que comprar jerseys, paraguas y chuvasqueros por el extraño frío que hizo y por llover durante 26 días seguidos). Total, que acabas metiendo el doble de ropa, por si acaso --> tiempo intermedio, mucha lluvia-frío y muy seco (eso me recuerda que el próximo fin de semana me perderlé la F1)
  • Pues todo esto y mucho más, tiene que ir/venir en una sola maleta (aún no está en casa) que pesará como máximo 20 kilos. Para ir no suele haber problema, pero a la vuelta todo parece que ocupa el doble.
Hay quien me dice que es simple cuestión de práctica (yo no la tengo, ¿tendré que irme de vacaciones más a menudo?), y conozco a alguna persona que en una minimaleta de estas que parecen casi un estuche del colegio, pueden meter lo necesario para una semana (a la vuelta souvenirs incluídos).

Nada de nervios. Sin embargo, cuando alguien me lo pregunta, a la vez que digo que "no", pienso ¿acaso deberia estarlo? y eso sí que me inquieta. O soy muy inconsciente de todo, o en determinados momentos tengo demasiada calma. Dicen que la ignorancia es muy atrevida... Pero en este caso yo prefiero escoger aquello de que La ignorancia es la mayor fuente de felicidad (según Leopardi Giacomo). Por todo ello consciente o inconscientemente vivo en un estado de felicidad y tranquilidad, los nervios ya vendrán.

¿Alguna duda más que deba responder?

domingo, 27 de julio de 2008

Puntos débiles

Sin duda las vacaciones tienen muchísimas cosas buenas, si no fuera así, no contaríamos con ansia los días que nos van quedando hasta poder "cerrar el chiringuito" para desaparecer del mundo laboral durante al menos 15 días. Sin embargo, cuando el punto de encuentro es la casa de un familiar (generalmente el de un abuelo), todo tiene siempre su lado menos positivo, son los llamados Puntos Débiles de las Vacaciones.
  1. Mucha gente en poco espacio. Según las últimas estadísticas y publicaciones las familias de hoy en día están constituidas por una media de 2,9 miembros, (como no entiendo esto de partir personas en trocitos, redondearé a 3). Imaginemos además que los pisos de las familias, tienen una media de 75 m cuadrados (así compenso entre las estadísticas que dicen que son de 98 m y aquellos famosos minipisos de 30). El caso es que si dividimos, nos encontramos con una media de 25 metros para cada persona. Pero, ¿qué ocurre llegadas las vacaciones? Pues que nosotros somos de la vieja escuela, y nos empeñamos con que donde caben 3 de repente caben también 12 (casi siempre es multiplicar por 4). Así que pasamos a disponer de tan sólo 6 metros (contando los espacios comunes de cocina, baño, pasillos y balcones). Dicen que el roce hace el cariño... así que digamos que lo que he hecho durante estos días es fortalecer los lazos familiares.
  2. Comilonas: en mayor o menor medida, a todos nos gusta comer, no lo podemos evitar, nuestra cultura (que en mi caso tiene su máxima representación en la figura de mi abuela), nos lo impone. Por eso, si generalmente sólo comemos dos platos, cuando estás en casa de un abuelo llegas incluso al 3º, 4º, 5º, eso sin contar con los entrantes (con los que cualquiera ya comería), y las 4 variedades de postre a la vez que escuchas el comentario de... "¿oh? ¿es que no está bueno? ¿te preparo un huevo frito?". Al segundo día dices que no vas a comer más, de hecho no te crees capaz de digerir toda esa cantidad que te has tragado, y te imaginas teniendo que ayunar durante toda una semana (al más puro estilo serpiente).
  3. A dormir... Derivado del primer punto nos encontramos con el punto débil de ¿cómo vamos a dormir?. Aquí he de confesar mi admiración por los españoles, que somos capaces de acoplarnos en un espacio mínimo sacándole un máximo rendimiento al igual que si fuéramos piezas de tetris (¿cuántos dicen que pueden viajar en un 600?). Esto supone una reorganización increíble del espacio (al más puro estilo IKEA).
  • Se apartan todas las mesas de la sala se arriman los sofás hacia la ventana y se colocan en el suelo dos colchones pequeños, ahí caben por lo menos tres personas (eso sí, pasarán calor y el del medio acabará tocando suelo cuando los colchones se separen):
  • En el comedor abres una puerta y ¡oh! aparece una cama mueble (de estas que te machacan la espalda, pero no es plan de ponerse exquisito, tendrás suerte si no la tienes que compartir)
  • Los más jóvenes se van a dormir a casa de amigos/vecinos y ceden sus camas a los de edad más avanzada.
  • Unos cuantos sacos de dormir te permiten aprovechar mucho suelo (eso sí, duermes con el miedo de que por la noche alguien te pise mientras pretende sortear obstáculos para llegar al baño sin encender la luz para no despertar a nadie).
  • Y si sigue faltando espacio, siempre se puede sortear a quién le va a tocar dormir en la bañera esa noche, o mucho peor: en el balcón.
Y sobre todo, no habría vacaciones en familia si no hubiera discusiones en familia: que si quédate un día más que hacía tiempo que no venías, que si tenemos que salir antes en coche porque vamos a llegar muy tarde, que si no había que coger este desvío que era el siguiente (ahí siempre me prometo comprar un Tom-Tom), y el típico ¡que sólo tenemos un maletero! En fin, no voy a descubrir nada nuevo que no le ocurra al resto de la gente.

Pero en el fondo y aún con todo te gustan estas cosas (es importante no excederse en el tiempo y dosificar las raciones de familiares). Finalmente puede decir que ¡he sobrevivido! (y sé que seguiré haciéndolo): tras 1 boda, 4 comilonas, una noche en una apacible cama y otras en una improvisación tipo IKEA, algún que otro desentendimiento (que no discusión), y varias horas de coche (y sin atascos ni demasiado tráfico)...; he vuelto a mi dulce hogar, o al menos a mi me parece dulce. Sólo me queda deshacer la maleta, organizar mi semana y... y pues ya se verá.

miércoles, 23 de julio de 2008

Santa Iberia

Es curioso, pero en algún momento de la vida todos nos volvemos devotos de algún santo (incluído el más ateo). Aunque no sepamos cual fue la obra que hizo, ni qué hay que rezarle... pero siempre existen esos instantes en los que por unos segundos miramos hacia arriba y a la vez que ponemos cara de buenos pensamos... "¡Ay, Santo Tal! Si me pudieras echar una manita..." Eso, o simplemente nos acordamos de ellos.

Ejemplos hay muchos:
  • San Pancracio: no sé lo que concede ni a qué se dedica ese hombre, pero hay quien tiene uno incluso en el trabajo (aunque sea escondido en un armario). A mi particularmente cuando era peque me hacía gracia, porque tiene un dedo estirado y se le podía poner una moneda de 25 pesetas de aquellas con agujerito (para que luego digan que señalar es de mala educación, pues a este le salió bien el invento). No sé si con los euros el hombre habrá perdido aficionados.
  • Santa Gema: ni idea de cuál es su misión, pero en un momento de desesperación yo le pedí aprobar selectividad, me inventé un método de petición (afortunadamente el cura creo que no me vio), y oye, funcionó.
  • Santa Clara: me parece que hay gente que le lleva huevos a cambio de que no le llueva determinado día (en mi casa a eso se le llama soborno).
  • San Cucufato: ese es un hombre bastante puteao que se ha ganado el apodo de santo, y del que dicen que hoy en día va por ahí representando la obra de El Castrati.
  • Por supuesto, está el inestimable buen hombre de Tomás de Aquino. Seguramente todos agradecimos en su momento que hubiera hecho algo maravilloso, por lo cual hay un día al año en el que los estudiantes no teníamos clase mientras el resto del mundo seguía trabajando (esos eran los festivos que más me gustaban, mucho más que cualquier domingo: poder ir a comprar chuches a la tienda de gominolas que SI estaba abierta, y sobre todo poder ver la programación de la tele de la mañana, que no es interesante, pero era un enigma para todos ¿funcionaba la tele por las mañanas mientras nosotros estábamos en el cole? ¿realmente echaban algo? ¿qué pasa dentro de la nevera cuando está cerrada? -->uy, esa pregunta no va aquí ...).
  • Y evidentemente nos encanta el santo que lleva nuestro nombre (si bien es cierto que hay verdaderas discriminaciones: grandes fiestas en honor a los Josés, Anas, Marías, Reyes Santiagos... a quienes incluso les marcan el día en rojo en el calendario para que se acuerden, mientras que otros nos enteramos del nuestro casi de casualidad...)
En fin, que santos hay muchos pero la gente no se los conoce todos. ¿Qué hacer entonces en caso de crisis? Pues unos los reutilizan y atribuyen propiedades ficticias a los que ya conocen; otras personas (entre las que me incluyo), cuando no saben de uno que se ajuste a sus necesidades se los inventan...
Por eso, y porque hoy he comprado todos mis billetes de avión, desde hoy y hasta final de mis vacaciones, me proclamo persona devota de Santa Iberia.

¿Qué le he pedido? pues sólo 3 cosas (como si esto fuera la lámpara de Aladino):
  1. Incialmente sólo quería que vigilara que los trabajadores de las aerolíneas estuvieran contentos con sus condicionaes laborales, que el precio de los carburantes no se desmadraran mucho y que evitara cualquier posibilidad de huelga de estas tan "simpáticas" que suelen convocar en el momento que más nos duele.
  2. Puestos a pedir, también le comentaba yo a Santa Iberia, que ya que está por allí arriba, hiciera algo por evitar los temporales el día que yo me vaya/vuelva (si hace falta, que negocie con el señor meteorólogo).
  3. A falta de vueltos directos, uno tiene que ingeniárselas como puede (resultado: 3 aviones para la ida, 2 para la vuelta). Por eso, como sólo iban dos deseos, hoy pedí el tercero: que el avión vuele con puntualidad ya que no quiero padecer el efecto dominó (es decir, cuando una pieza cae, van cayendo las demás). Mirando la página de Iberia señalaban que han conseguido un 97% de puntualidad en el puente aéreo (no sé si me consoló o me angustió pensar en la posibilidad de encontrarme en el otro 3%).
De todos modos, como soy buena persona y no me parece justo abusar de los poderes divinos, he querido ponérselo fácil a Santa Iberia. Y... ¿qué hay más fácil que aprender el juego de la oca? Pues pensando en ello he intentado ajustarlo todo (eso sí, teniendo en cuenta las reglas que rigen en mi casa):

  • Sólo se juega con una ficha (es decir, no voy a facturar más de una maleta) no vaya a ser que si llevo más me pase como en el parchís y al final me acaben comiendo una y me la manden de vuelta para casa (a más fichas, mayor probabilidad de perder una).
  • Aterrizaré siempre en la misma terminal en donde tengo que coger el siguiente avión (es la regla conocida como... de oca a oca y tiro porque me toca).
  • Por si fuera poco, entre vuelo y vuelo tengo un márgen de seguridad entre aviones desde 3 horas y media (es como estar en la posada, en donde tienes que esperar 1 turno sin jugar); hasta... muchas horas (lo que equivaldría a caer en la casilla del pozo en donde te tienes que esperar el insufrible tiempo de 3 turnos). En ese periodo de tiempo puedo facturar nuevamente, cambiarme de puerta sin necesidad de coger enlaces entre terminales, ir a por algo de comer, e incluso comprar un souvenir si me he olvidado de alguien (jajaja, recuerdo que esa broma la última vez nos costó el susto de pensar que perdíamos el avión, pero es que el mundo del Duty Free nos absorvió)
En fin, que aunque no fuera buena estudiante de religión en su momento (es más, el libro de religión hoy podría revenderlo), que suplicara que me pasaran a la clase de ética, y que nunca me aprendí el nombre de los apóstoles... Espero que Santa Iberia se apiade de mi. Así sea.

martes, 22 de julio de 2008

Pasaporte a...

Siempre he querido tener un sello en mi pasaporte, es cierto, lo confieso. ¿Qué ha impedido poder cumplir este pequeño a la par que absurdo deseo? Pues realmente toda una gran confabulación de motivos:

a) no he viajado a ningún país extranjero en el que me lo pidiera.
b) de la cuestión anterior se deriva que nunca lo haya tramitado.
c) por lo tanto no he podido cumplir esa pequeña ilusión.

Cual es mi sorpresa, que pensando en los preparativos de mi próximo viaje, ayer por la mañana recibí en mi buzón toda la documentación que voy a necesitar: carta de aceptación (--> no sé si hay otra traducción más ajustada), datos para mi próximo alojamiento, una tarjeta telefónica para que llames a tu país (que la experiencia me dice que son un coñazo), un calendario tamaño tarjeta de crédito de regalo... (al que ya le he encontrado aplicación: lo colgaré en la pantalla del ordenador de mi despacho en cuanto me reincorpore y quitaré el que todavía está pegado desde el 2007, como veis mucho más útil que la tarjeta de teléfono, donde va a parar)...

El caso es que leyendo todos los papeles que me tengo que llevar: DNI actualizado (correcto), tarjeta sanitaria especial (no hay problema, en cuestión de unos minutos se arregla), bla-bla-bla... Llego al apartado siguiente, y cito textualmente:

Es imprescindible pasaporte individual -- empiezo a sonreir ligeramente y a visualizar un pasaporte a mi nombre con sus hojitas selladas... -- y continúo leyendo: digital vigente y visado.
¿Digital? ¿Es que ahora los pasaportes también son digitales? No puede ser, aquí hay algo que está fallando, primero desapareció el carnet de conducir de cartulina (en ese caso he de decir que afortunadamente), después vino el caos del DNI digital (coooolas y coooolas que hay/había que padecer para tramitarlo), y ahora le ha tocado al Pasaporte. Snifs, vuelvo atrás, releo, pues sí, pone digital (y además viene en negrita). Busco en internet... pues parece ser que es cierto, ahora es digital.

Sigo leyendo, lo que al principio venía señalado como imprescindible, tres líneas más abajo pasa a ser recomendable. Total, que aunque se supone que vivimos en la UE (bueno, eso no es una suposición, es una certeza) y que yo no me voy a ir muy lejos, insisten demasiado en tener el dichoso pasaporte digital... En un alarde de "chulería" promovido por la frustración de quedarme sin pasaporte antiguo, me digo: "Pues ahora voy y no lo hago " Acto seguido empiezo a recordar la película de La Terminal, y como soy cobarde (el miedo es libre) y no tengo ganas de pasarme los próximos 5 años en un aeropuerto... pues lo haré.

Afortunadamente ahora te dan día y hora para ir, lo que se supone que te hace evitar largas colas de espera (que si aún fueran a la sombra... pero no, son a pleno sol). Sin embargo me han comentado que a las 7.30 de la mañana las colas en la comisaría ya son importantes (y bien sabe Dios/Alá/Buda o eso en lo que cada uno crea), que yo no madrugaré para esto, mis horas de sueño para esto son sagradas (nótese el resentimiento, jajajaja).

domingo, 20 de julio de 2008

Identificación por diferenciación

Identificación por diferenciación
Es la frase que resume una larga teoría elaborada por un amigo mío y que prometo devolverle en cuanto comience a utilizarla: identificamos las cosas porque las diferenciamos de otras, reconocemos que esto es blanco porque no es negro, ni rojo, ni azul... aquello es un dvd y no un vídeo (comparten características en común pero algo los diferencia, y apreciando esas diferencias es como los identificamos).
Esta explicación que parece sencilla y poco real, tiene además una base científica que durante bastante tiempo me desglosaron de forma muy pormenorizada en una asignatura de la carrera (y pensar que me costó tanto aprender el procesamiento neuronal...). En fin, que yo dejo aquí el resumen, y si a alguien le interesa averiguar algo más sobre este apasionante mundo solo tiene que consultar el "maravilloso" libro de Bruce Goldstein Sensación y Percepción (gran-gordo-tocho libro, a la par que poco atractivo y que encontraréis en cualquier biblioteca de una facultad de medicina).

¿Que pasaría si dejáramos de diferenciar las cosas? Pues la respuesta es evidente: todo nos parecería lo mismo (y estaríamos en un caos). Pues lo mismo le ocurre a los fines de semana. Durante el año mientras estamos trabajando deseamos y anhelamos que llegue el fin de semana ¿por qué? pues porque en el fin de semana no trabajamos (salvo excepciones), podemos salir, quedar más con los amigos, trasnochar y el sábado-domingo dormir hasta tarde, hacer pequeñas excursiones... Así llegamos al domingo por la tarde noche, supuestamente nos tendremos que acostar pronto porque el lunes toca madrugar y estar preparado para sumergirse en la misma rutina durante 5 días hasta que llegue el próximo fin de semana.

¿Qué factores pueden alterar esa "estructura" de l-m-mi-j-v-S-D? ¿Nos afectan realmente esos cambios?

La respuesta a la segunda cuestión es que SI, y en base al factor "distrayente" nos afectan (a cada uno de diversas maneras y diferentes grados). Algo relacionado lo he encontrado leyendo un post sobre un jet-lag inusual.

En cuanto los factores que rompen esa estructura y que seguramente hemos vivido más de una vez, señalo los siguientes:
  • Roturas o interrupciones en el horario: sucede algún hecho puntual que hace que tu planificación diaria o semanal se vea alterada. Por ejemplo, si normalmente los martes y jueves lo destinas a recibir visitas, reuniones, operaciones... cuando trasladas esto a los lunes y miércoles puede provocar que tengas durante esa semana la sensación de no estar en el día adecuado (esa famosa frase de: tengo sensación de estar a viernes... hasta que te das cuenta de que todavía es jueves y aún tendrás que volver mañana).
  • Un festivo ocasional: si cae a viernes o lunes hace que el fin de semana nos parezca que dura incluso el doble, y la semana siguiente sin festivos más larga todavía. ¿Será que los festivos provocan adicción?.
  • Las vacaciones: Este es el mayor estado de pérdida de conciencia de lo que es un fin de semana, ya que vivimos en un fin de semana constante (luego no los diferenciamos y por lo tanto no los identificamos). Llega un momento en el que no sabes si es lunes, miércoles o domingo, si estás a día 17, 28 ó 31, de julio o agosto. Los días se te hacen más largos (es decir, los puedes aprovechar más) y puedes dedicarlos a la realización de planes inusuales el resto del año (sin duda, esto es lo mejor de las vacaciones, y uno de los fines por los que fueron creadas).
En estos momentos evidentemente yo me encuentro en el 3º supuesto, y he de decir que me encanta la desestructura (no sé si con el paso de los días me llegará a molestar, pero hoy por hoy lo dudo) ¿Que cuándo me di cuenta? Pues ayer por la noche, en mi primer sábado de vacaciones y que pude compartir con más gente que se encontraba en la misma situación. Lo que más temo es el temido síndrome post-vacacional (que todos los años inevitablemente padezco en forma de pereza laboral durane el primer mes), pero ese es un tema que todavía no toca tratar y del que darán buena cuenta todos los telediarios el 1 de septiembre (como todos los años). Por el momento, continuemos disfrutando.

sábado, 19 de julio de 2008

72 Horas

Justo en este momento (20.46h) se acaban de cumplir mis 72 primeras horas de vacaciones. ¿Qué se hace durante los primeros días en los que no tienes que ir a trabajar?. Pues lo cierto es que posibilidades hay muchas:
  • Hay quien coge la maleta-niños-tumbonas-suegra y decide pasar horas y horas en un coche/aeropuerto o lo que sea, camino a un lugar paradisiaco como una playa (lo que nadie se da cuenta es que esa misma idea la tiene muchísima gente, y se crean los famosos atascos y masificaciones en esos sitios ya no tan paradisíacos).
  • Existe la opción contraria: coger una mochila al día siguiente y uno solo decide irse a escalar cualquier montaña,. Quien sabe, igual se encuentra a Heidi&Family (bueno, estos planes los he escuchado recientemente, pero sinceramente creo que nadie llega a hacer esto).
  • Volver al querido hogar para ver a la familia a la que solo ves cada 15 días (y una vez que estás con ellos más de una semana, incluso añoras el no tener que trabajar para poder escapar de allí sin quedar mal con tu madre).
  • Después vienen las otras 2000 opciones que aunque se me ocurren no voy a describir aquí...
  • Y por último, la que más me gusta a mi y la que más practico: desconectar del mundo mundial durante dos días, recuperar el sueño perdido (muy necesario después de la recta final previa al verano), mejorar mi humor (afectado por la falta de sueño), y resucitar el tercer día. A partir de ese momento: arreglar todos los papeleos que has podido dejar pendientes durante el resto del año, momentos familiares los justos para no llegar a saturación, compromisos muy pocos... simplemente a disfrutar, improvisar las tardes (no sorprendentes) y preparar los últimos detalles para los planes con los que llevas en la cabeza varios meses.
¿Mi tarde de hoy? Poco o más bien nada original: playa para respirar un poco de aire puro (pero sin atascos por el camino, sólo paseito por la ciudad) y a partir de las 5h: una cabeza ajena en tu toalla, alguien que te pisa un pie, familias-tumbonas-suegras-niños... y adolescentes con las hormonas revueltas.

Pero bueno, todo eso se perdona, porque te consuelas pensando que al menos tú tienes la suerte de no sufrir los grandes atascos. De las masificaciones playeras no te libra nadie, son parte de tan solo una pequeña parte de todas tus vacaciones.