jueves, 17 de septiembre de 2009

Que nos vamos!!

Me acabo de dar cuenta (bueno, realmente lo sabía, simplemente he resaltado ahora ese aspecto) de que más o menos todos los periodos vacacionales son iguales: preparativos iniciales para salir pitando - disfrute del tiempo vacacional - fin de vacaciones e incorporación a la rutina habitual (esa que dura 11 meses). Poco a poco todos los chiringuitos de verano van cerrando (que si las terracitas de la playa o los bares, los escaparates de las tiendas empiezan a poner la ropa del próximo invierno -esa estación que parece eteeeerna-, y los hoteles quitan los carteles de "completo" -bueno, a lo peor este año muchos no pudieron llegar a colgarlo por culpa de la crisis económica, pero no vamos a pensar en eso ahora). Sin embargo, hay algo que para mi determina oficialmente la duración del periodo estival: la cabecera de las cadenas de televisión, esos anuncios en los que ponen el logo con dibujos relacionados con la estación en la que se está (que si algo que simula agua, una pelota de playa, los copos de nieve cayendo...). Cuando empiezo a ver que han cambiado el sol por unas hojitas cayendo... el verano se ha terminado oficialmente y nos queda enfrentarnos a 9 meses de sombras, oscuridad y luz escasa (al menos por la zona en la que yo vivo).

Así que sí, las vacaciones por este año (al menos las más "importantes") se han terminado. No sé si llegará el síndrome postvacacional o lo que para mi es mejor dicho el "síndrome postsolar": paso de ver amanecer a las 6.30 de la mañana, tener luz durante todo el día y tirarme en la playa; a tener que entrar-salir casi "de noche" a trabajar, soportar la lluvia durante todo el día y pensar que la playa aquí está infrautilizada... y todo eso en su conjunto "deprime" o por lo menos hace que mi ánimo decaiga ligeramente.

En principio esto es todo por este año, cubriré con unas sábanas viejas un par de muebles, cortaré el agua y la luz (nunca está de más prevenir posibles accidentes en mi ausencia), dos vueltas de llave a la puerta y cuelgo nuevamente el cartelito de "Cerrado por fin de vacaciones". Ahora a vivir todo el año de las ganancias de estos meses, despilfarrar pasta (si es que con tanta publicidad de Carrefour tendría como para vivir yo e incluso mis nietos) y pensar en los proyectos para el próximo año, jejeje. ¡¡Feliz año (laboralmente hablando) a todos!!

PD. Este espacio ha sido patrocinado por Carrefour.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Pequeñas manías

Reconozco que la convivencia conmigo no es sencilla ya que como todo el mundo, tengo mis pequeñas manías. No me importa compartir las cosas, excepto la habitación que tiene que ser un lugar no necesariamente ordenado, pero sí en el que pueda entrar y salir cuando me apetezca, encender-apagar la luz o leer y ver la tele cuando no tengo sueño. No obstante, hay momentos en la vida en la que uno no puede tener todo esto para si solo, lo cual para mi puede llegar a ser desesperante.

Después de un mes compartiendo habitación (siendo esta una experiencia positiva al menos para mi, que era quien llegaba siempre en último lugar y no terminaba desvelándome a mitad de la noche), creí haber superado esta pequeña manía. Volví a mi casa y a mi habitación individual, pensando que eso sería maravilloso... Pues no, no hay felicidad que más de dos días seguidos dure. Así que aquí me encuentro, a la una de la mañana en una habitación con 4 personas más, las cuales estoy viendo que me van a dar la noche (hoy será un buen día para reflexionar delante de una pantalla de ordenador, creo).

  • Habitante nº1. Agradable por el día y también por la noche, ni se mueve, ni ronca, ni nada (espero que por la mañana siga vivo).
  • Habitante nº2. Se mueve (me da igual) pero ronca y habla en sueños (no sé si algo interesante porque no logro entenderlo).
  • Habitante nº3. Se mueve, ronca, habla en sueños (lo ultimo fue un "ay mamá, mamá"), se abanica de vez en cuando y le huelen los pies. Duerme profundamente (hoy me he enterado de que gracias a que utiliza pastillas para dormir).
  • Habitante nº4 No duerme, pero finge hacerlo mientras vigila las horas que entro-salgo (para luego echarme en cara que no estoy todo el tiempo mirando para él --la familia mayor es lo que tiene--), cuando duerme (a ratos) ronca y de repente para (y ahí a mi se me sale el corazón mirando si vuelve a enganchar con ese sonido rítmico que lo caracteriza).
  • Habitante nº5 (uséase, yo)- Desearía dormir pero las variables de ruidos, olores a queso, calor (incluso con las ventanas abiertas y un ventilador) además de una silla incómoda, me están dificultando la labor. Y yo que creía que había superado mi manía de no poder compartir habitación... Pero veo que no (voy a intentar agenciarme unas cuantas pastillas del habitante 4). Decidido, mañana vuelvo a la soledad de mi habitación en donde colgaré un cartelito en la puerta que ponga "No disturb".

Afortunadamente hay quien en vista a la noche que me esperaba, amablemente me ha cedido su ordenador y su conexión al mundo, lo cual hará la situación más llevadera (ya han pasado 4 minutos desde la última vez que consulté el reloj!!!), bien bien, esto va bien. Y ahora... creo que voy a llamar a Morfeo a ver si viene a hacerme compañía. ZzZzZ

PD. Y cuando crees que nada más podrá interpornerse entre tu camino y el sueño, ves como a lo lejos se enciende una luz (no la del tunel, tranquilidad), y dos mujeres irrumpen en tu habitación tal cual Atila, a la vez que encienden todas las luces, hablan como si fueran las 4 de la tarde... Y no se dan cuenta de que esto es un hospital (bueno, o si, ya que ellas son las enfermeras), que son las 6.30 de la madrugada, que sólo fui capaz de cerrar los ojos 5 minutos cada media hora... y que a mi estas cosas me ponen de mala leche. Lo siento por quien se vaya a acercar a mi mañana, pero imagino que estaré ligeramente insoportable...

miércoles, 9 de septiembre de 2009

La colada

Después de tres días con los pies aposentado en el mismo lugar, comienzo a terminar con las secuelas de estas semanas de vacaciones. Básicamente, estas suelen traducirse todos los años no sé cuantas toneladas de colada que después deben de pasar por el ritual de la plancha. No me gusta, pero es lo que hay. Recogiendo ahora la lavadora número 3012, me he acordado de este fin de semana que culminó con una boda en París, aunque lejos del glamour que muchos se creen. Además, me ha servido para comprobar que siempre hay una primera vez para todo: primer amigo del "grupo" que se casa y además, primera colada en el Sena. Extraño, pero como no, con su explicación.

Todo empezó el viernes cuando decidí coger un avión rumbo al bodorrio, 2 aviones más tarde y un taxi después, estaba en mi casa provisional (también llamado hotel) preparando todo para el día siguiente, 8 horas de sueño (que para mi eso no es nada pero pienso en que al día siguiente tendré todo el día para descansar) y al despertame me doy cuenta de que me faltan todavía algunas cosas (prescindibles, es cierto, pero si las tenía mejor que mejor).

Así que me fui a dar una vuelta y de repente me encontré en un Carrefour (si es que ya sabía yo que mi gran amigo no me podía abandonar ni siquiera este fin de semana). Paseo por aquí, paseo por allá alguna compra... y vuelta al hotel. Una vez allí, compruebo con estupor que todo lo que necesito llevar a la boda (cámara de fotos, móvil, llaves, kleenex y dinero no coge en el pequeño receptículo portátil que tengo...) Así que como me sobra el tiempo, vuelta al centro comercial, nuevas compras, más compras y aparentemente todo sería fácil de solucionar. Peeeero no, el receptículo es minúsculo, así que recuerdo aquello de que hay que organizar el espacio, así que con mucha táctica y estrategia (y no de la que a algunos les gusta) todo acaba encajando optimizando así el espacio disponible.
Siguiente misión: vestirme sin requerir ayuda de 2º (que no terceros) y prepararme. Todo va bien... hasta que empieza a ir mal, e igual que para las corbatas necesitas un experto que te haga el nudo, para algunos botones necesitas a alguien que tenga unas manos habilidosas y una vista de lince... un cabreo y medio después, y cuatro juramentos decido que es inútil seguir perdiendo el tiempo, salgo corriendo (como no, si no dejaría de ser yo) y acabo en recepción a carcajada limipia (de la vergüenza, cabreo y prisa) pidiéndole a una amable señorita que por favor me socorra con los dichosos botones. Es lo que tiene no llevarse acompañante a la boda, que tienes que pedir este tipo de favores (a la vez que esperas que por la noche con eso de que tienes todo el tiempo del mundo no tengas que llamar a recepción a las mil de la madrugada para que suban a ayudarte con la ropa...).

Apurando por la calle, llego al lugar de la boda (afortunadamente rápida y sin necesidad de rezos ni cantos). Comida de 3 a 11 de la noche (si es que los españoles llevamos nuestras tradiciones a donde haga falta,y si es necesario juntar la comida-sobremesa-merienda-cena eso lo hacemos en cualquier país), bebida, baile (por mucho que al novio le pesara, soy consciente de ello) y nos vamos a tomar algo "ahí al lado" (palabras textuales del novio que se tradujeron en media hora a pie, con el consiguiente sufrimiento de las chicas que llevaban esos zapatos glamourosos a la par que infernales. Un poco de bebida, paseo hasta el hotel (sí, también "ahí al lado") y cuando yo iba soñando ya con mi cama de dos metros de ancho, sábanas blancas y dos almohadas (fundamentales para mi descanso nocturno), me proponen quedar a las 8.30 de la mañana para ir de visita por la ciudad... Miré el reloj, y al darme cuenta de que eran las 2 de la madrugada mi sueño de dormir profundamente hasta tarde se vio roto en mil pedazos. Aún así, como en estas ciudades no se está más que una vez al año, tomé la decisión de dormir poco para aprovechar el día siguiente antes de irme al aeropuerto. Hice la maleta y a eso de las 3 de la mañana me acosté, sin querer pensar en que no dormiría ni 5 horas y que al día siguiente me esperaba patear parte de esta ciudad y parte de la capital de España por la tarde...

La visita por París la verdad que fue bien... hasta que comprobé inquívocamente que la costumbre de dejar que los perros hagan sus "deposiciones" en medio de la calle sin que a sus dueños les importe, había afectado a uno de mis playeros y pantalón. Con cara de cirscunstancia y algo de repugnancia, decidí que si los franceses habían permitido que esto me ocurriera, yo no tendría ningún reparo en dejarles mi regalo, así que me fui a la orilla del sena y me puse a hacer la colada de mi zapato en medio del río. Y si, esta es la historia de como hice la colada por primera vez en el Sena a su paso por París.

Lo bueno es que si es cierto eso de los dichos populares, yo creo que he acumulado suerte para muuucho tiempo. En ese momento me veía ya tocándome el euromillón (lástima que al ser domingo no hubiera sitios abiertos para echarlo)... Sin embargo como 3 horas más tarde se nos cruzó un cuervo negro (de los que dicen que traen mala suerte), aunque en comparación con lo que había pisado, el tamaño de ese cuervo no podía anular toda la buena suerte. Así que imagino que todavía me queda alguna como para que este año por navidad me toque no el gordo, pero si la pedrea.

Y tras 48 horas en la capital francesa, aquí estoy, recogiendo los playeros que evidentemente nada más llegar se fueron directamente a la lavadora para eliminar cualquier resto canino que pudiera todavía tener.

Equipajes

En las películas hay una imagen-estereotipo que se suele repetir bastante: mujer embarazada de muchos meses, casada/arrejuntada con algún chico, tienen preparada maleta a la puerta de la casa para salir corriendo en el momento que sea preciso, habiendo siempre unas cuantas falsas alarmas a las que siempre hacen caso... e ignorando finalmente la verdadera señal de alerta, con todo lo que ello suele conllevar.

Pues bien, en mi caso no puedo hablar de embarazo, pero sí de la sensación de tener que preparar una maleta casi diaria (si fuera para salir corriendo a un hospital, está claro que esta maleta sería siempre la misma, pero no es el caso). He contado en más de una ocasión la enorme pereza que me da hacer una maleta, así que los contextos se han aliado en mi contra y me han aplicado el sabio refrán de: "no quieres una taza de caldo, pues toma 7" (--> y en el caso de que no sea así el refrán, que sepa todo el mundo que lo he dicho mal para no tener que pagar derechos de autor). Así que en cuestión de 7 días si no he perdido la cuenta he hecho al menos 5 maletas:
  • para volverme de mi estancia de 4 semanas fuera (y puedo prometer que ese día bajé a todos los santos de su sitio: porque no me cabían las cosas, porque me pasaba del peso, porque era mi último día allí y quería estar en cualquier sitio menos en casa... (esta maleta luego evidentemente hay que deshacerla).
  • Domingo y lunes: dos (falsas) alertas médicas que implicaban tener que salir corriendo (o casi mejor conduciendo) durante dos horas. Finalmente todo fue una falsa alarma, así que esos dos días deshice la maleta.
  • Miércoles: alerta médica nuevamente (y esta vez verdadera), así que vuelta a hacer la maleta para una cantidad de días indefinidos. Afortunadamente a las 28 horas estaba nuevamente en mi casa.
  • Jueves: plan a) con maleta para nueva alerta médica, plan b) con maleta (prestada) destino boda (el plan b fue el que se llevó a cabo, por suerte).
  • 6 días más tarde vuelvo a estar haciendo maleta por alerta médica para cantidad de días indefinidos.
Y así en esas me he estado entreteniendo todos estos días, maletas, viajes, dormir no más de dos días seguidos en la misma ciudad y la extraña sensación al despertar de no saber en qué sitio estoy (el pensamiento que se me suele pasar por la cabeza es el de: "no recuerdo haber visto ese cuadro antes"). No sé si es jet-lag o jet-lugar, pero lo cierto es que o cojo experiencia de esta vez en hacer una maleta, o creo que ya no la tendré en la vida. Esto me pasa por decir que yo quería viajar... pues ahora añado que quiero un asistente que se encargue de mi ropa (y de vigilar esas maletas en el aeropuerto). Y advierto que las vacaciones todavía no han llegado a su fin...